Se termina el año 2017 y seguimos promoviendo una alimentación saludable y una vida activa desde esta pequeña ventana a la comunidad educativa.
Esta vez dedicamos la revista a las grasas en la alimentos. Desde hace casi un año es obligatorio que conste la información nutricional en la etiqueta de los productos:
- El valor energético.
- Las cantidades de grasas, especificando por separado los ácidos grasos que son saturados, los hidratos de carbono, los azúcares, las proteínas y la cantidad de sal.
Respecto a las grasas, es opcional que se incluyan especificaciones sobre la cantidad de ácidos grasos monoinsaturados y/o poliinsaturados. Pero más allá de esta información, vemos que aparecen mensajes como los que reflejamos en la portada de la revista. » Sin Grasas Trans», «Con omega 3″, » Con ácidos grasos esenciales»… Todas ellas son referencias al tipo de grasas que están o no presentes en el alimento e intentamos dejar claro lo que significan cada una de ellas desde el punto de vista nutricional.
La verdad es que las grasas o lípidos han sido durante décadas los componentes de los alimentos a los que se atribuían las peores consecuencias: obesidad, enfermedades cardíacas, altos niveles de colesterol… Es evidente que su consumo excesivo puede contribuir a éstas y otras patologías, pero seguro que todos os habéis dado cuenta que ahora el foco está puesto sobre los azúcares simples y cereales refinados que en los últimos años se están convirtiendo en los malos de la película.
En el ámbito de la ciencia todo es revisable y además se revisa, lo cual es una buena noticia aunque a veces se puede interpretar como un paso más hacia la incertidumbre. No hay duda de que la nutrición es un tema muy complejo y además la misma dieta tiene resultados distintos en personas distintas.
Hoy en día las evidencias científicas nos dicen que en el asesoramiento dietético se debe
-enfatizar en la calidad de la grasa a incluir y no tanto en su cantidad.
-poner más interés en el cambio de hábitos dirigidos a la incorporación de más verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, pescado y marisco, y productos lácteos.
Al mismo tiempo es evidente que se reduciría el consumo de carnes y derivados y alimentos ultraprocesados, logrando con ello un balance de grasas inclinado hacía las más saludables y reduciendo la ingesta de azúcares, que se ha demostrado por encima de lo recomendable en los países desarrollados.
Sí, se acerca la Navidad. Una época como otra cualquiera para empezar a comer mejor. Los supermercados tienen una oferta más variada y completa que nunca, con productos muy frescos porque la rotación de los mismos es alta (compramos mucho en Navidad). Vamos a aprovecharlo y no pensemos sólo en el turrón y los polvorones, que por supuesto, también pueden estar presentes en nuestra mesa. Haz click para ver la Revista SCORe Nº5.